martes, 1 de marzo de 2011

Iron & Wine, a su aire

“Kiss each other clean” Iron & Wine (4AD, 2011)

“Kiss each other clean” es el cuarto trabajo de estudio -independientemente de la gran ristra de singles y Ep’s que también le contemplan- de ese auténtico asceta de la canción contemporánea que es Sam Bean y es, además, el que más controversia ha creado entre sus seguidores más enfervorizados.

Es cierto que el que esperase otro disco en la línea de ese folk a quemarropa que tan bien transitaba Bean, se habrá llevado una pequeña decepción. Sin embargo, considero que esa sensación de orfandad se tornará más dulce cuando se le den las oportunidades que merece esta nueva colección de canciones del de Florida.

“Kiss each other clean” supone una nueva vuelta de tuerca en la evolución musical del proyecto Iron & Wine, un volantazo que le sitúa donde se le antoja, guiando su propio destino, prescindiendo de normas y convencionalismos.

Si Bean nos tenía acostumbrados a canciones desnudas, cercanas y con un terminado sumamente orgánico, que le hacían heredero directo de Nick Drake, ahora las reviste con una orquestación algo más pomposa, adentrándose en terrenos más rugosos, que le situarían en la órbita de un Neil Young salpicado con la inmediatez de Mojave 3 y los arreglos que acompañaban a Van Morrison en, por ejemplo, “Astral Weeks”. En otras ocasiones, se atreve Bean incluso con devaneos tropicalistas, recordando a lo que ha venido haciendo últimamente Josh Rouse, pero manteniendo siempre esa calidez acongojante de su personalísima voz.

El álbum se abre con “Walking far from home”, donde cobra el piano un protagonismo que no abandonará en toda la obra. Es una apertura brillante, un medio tiempo de melodía en bucle que supone toda una declaración de principios y un arranque sensacional.

Para confirmar la evolución, el disco continúa con “Me and Lazarus” y “Tree by the river”, dos canciones que basculan entre un Adult Oriented Rock que dignificaría este término y algo no demasiado ajeno al dream pop.

El viaje fluye plácidamente por “Monkeys uptown” para hacer parada en otra de las joyas del disco, “Half Moon”, con ecos de The Band y unos coros preciosos. Tras esto, y como el disco contiene –como los de toda la vida- diez canciones, arranca la segunda mitad con “Rabbit will run” y su experimentación contenida y valiente.

Con “Godless brother in love” el disco alcanza su cota más sublime en absoluto y da paso al tramo final y, a la sazón, más rompedor de esta colección. “Big burned hand”, “Glad man singing” y “Your fake name is good enough for me” incorporan desde devaneos jazzísticos hasta las guitarras más afiladas que ha incluido Bean en ninguno de sus trabajos, pasando por arreglos inusuales en su discografía, y que suponen un cierre digno de la última entrega de uno de nuestros bardos barbudos preferidos.


Yo ya te lo dije

No hay comentarios: