¿Se han portado bien los Reyes Magos? ¿Os han dejado un buen cargamento de discos? Habéis sido todos buenos (piezas) y estoy convencido de que así ha sido. Bien, pues el año en que sus majestades consensuaron que habíamos sido todos excelentes fue el de 1946. Ese día de Reyes vino al mundo Roger Keith Barret, o lo que es lo mismo, Syd Barret.
Barret fue uno de los miembros fundadores de Pink Floyd (grupo que representa un claro ejemplo del “tú antes molabas”) y responsable de una exigua, pero brillante carrera en solitario.
Syd Barret lo tuvo claro desde muy joven, había nacido para el arte, lo sabía y no iba a cejar en su empeño, centrando sus prioridades en la pintura y la música. Antes de la aventura psicodélica que supuso Pink Floyd formó parte de las bandas Geoff Mott & The Mottoes y The Abdabs (donde también militaba Roger Waters). Este último grupo fue el germen de Pink Floyd, formación que, precisamente, le debe el nombre a Barret.
Debutaron en 1966 con Syd en las tareas de composición (aparte de ser su guitarra y vocalista) y siempre con la experimentación como guía permanente. El primer (y no superado) disco del cuarteto, “The Piper at the Gates of Dawn” supuso un hito en la dorada época psicodélica británica, en el cual Syd Barret componía todos los temas a excepción de uno (“Take up thy Stethoscope & Walk”, firmada por Waters).
Gran éxito, compositor dotado de un talento especial y drogas, abuso sistemático de las drogas, especialmente del ácido. Barret, de personalidad excesiva e incluso, aseguran, al borde del autismo, abandonó el grupo y afrontó su aventura en solitario. Publicó dos discos extraordinarios (principalmente el primero de ellos, “The Madcap Laughs”), protagonizó alguna aparición esporádica sobre el escenario y grabó sus correspondientes “Peel Sessions”. Tras esto, el retiro a la casa paterna, el anonimato, las continuas especulaciones (como que se había enriquecido como propietario de una plantación ilegal de hongos alucinógenos), y la muerte.
Esta, también rodeada de toda clase de rumores, le sobrevino el 7 de Julio de 2006 a causa de un cáncer de páncreas.
Antes, sus antiguos compañeros en Pink Floyd le habían dedicado el álbum “Wish you were here”, en mi opinión conocedores del bajón de calidad que experimentaron tras la ausencia de Syd. Pese a todo, y según asegura una publicación musical inglesa, Barret insistía en una entrevista concedida en casa de sus padres no recordar su paso por la banda.
El caso de Syd Barret es tan singular que ha sido incluso estudiado por la ciencia. El Doctor Paolo Fusar-Poli publicó en la prestigiosa American Journal of Psychiatry un artículo en el que concluía que el artista sufría psicosis. Si, psicosis. Afirmaba que su genio, su excentricidad, y su personalidad creativa fueron virando hacia un estado psicótico que lo recluyó, alejándolo de la vida pública en 1974. El comportamiento errático de Barret está bien documentado, la alarma de su psicosis se cree que habría devenido cuando dejó encerrada a su novia durante tres días. Se ha especulado mucho sobre la enfermedad mental de Syd. Muchos creían que sufría esquizofrenia, si bien su conducta no encajaba en el perfil típico. Otros dijeron que sufría de trastorno bipolar. Incluso se especuló que podría sufrir de Síndrome de Asperger, un conjunto de desórdenes autísticos. La mayoría dice que el abuso de LSD por parte de Barret fue el culpable o al menos ayudó a su enfermedad mental. Pero, según el Dr Paolo Fusar-Poli, la psicosis de Barret ya estaba en camino antes.
La misma teoría mantenía David Gilmore, su sustituto en Pink Floyd, a quien no le temblaba el pulso al afirmar que “En mi opinión, su quiebra habría ocurrido de cualquier modo. Era algo con raíces profundas. Podría decir que la experiencia psicodélica actuó como catalizador. Igual, no creo que él pudiese lidiar con la visión de éxito y todas las cosas que venían con el éxito”.
Normal. Sombrerazo y a ver si vuelve algún día de Reyes a ser tan sumamente próspero como aquel de 1946.
Antonio
martes, 6 de enero de 2009
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