sábado, 20 de junio de 2009

Sistema nuestro de cada día...


¡Albricias!¡Llega otra cumbre!¡Glups!

¿Preparados, listos? No sé si una cosa ni la otra, pero ¡Ya! Así es, ahí están los líderes de las principales potencias económicas mundiales (y no tanto) tratando de refundar un sistema que se autofagocita. Un sistema indiscutido e indiscutible, el capitalismo voraz, señores. Las paulatinas incorporaciones (primero la mujer, después China, ahora India...), la manida crisis hipotecaria, una desmedida ilusión financiera fruto de la inmensa especulación, un cuento de la lechera permanente, el endeudamiento quimérico, ese dejarse llevar de las masas, nos ha abocado a una situación que califican de grave y que podría prolongarse una década según las previsiones más alarmistas.

Una crisis con muchos perjudicados (personas que van a perder vivienda y ahorros, las débiles economías periféricas de África, latinoamericanas, de la Asia más deprimida...y los protagonistas activos de la economía real, empresas, empresarios y, por tanto, empleados, actividad económica y creación de riqueza), pero también con un buen número de beneficiados (bancos y grandes poseedores de capital, ya que, por un lado, hay que tener en cuenta que los bancos solo tienen en títulos arriesgados una parte pequeña de su negocio, de modo que la subida en los tipos de interés repercutirá favorablemente en su rentabilidad global. Y, de otra parte, otro efecto de la crisis será que se concentrará mucho más la propiedad de los recursos financieros y económicos).

Pero ¿Realmente esperábamos algo de este enjambre donde nos ha tocado vivir?

Un sistema que trata de amansar desde bien pequeño a cualquier nuevo integrante de una sociedad regida por ineptos seguros de si mismos, que se conjura por doblegar tu libre albedrío, por mitigar tu ímpetu ya casi desde la cuna. Un sistema que te alista obligatoriamente en sus filas aborregadas y que anula tu capacidad de elección, de crítica, haciéndote creer que estando allí, en ese corral infesto estás más seguro, hasta tal punto que la coacción se hace inútil. Ya eres de los suyos, la lobotomía ha sido llevada a cabo de manera satisfactoria. El trabajo de demolición está conseguido. Eres feliz, piensas, tan sólo acatando las normas establecidas por unas élites apolilladas que no ven más allá de un índice, un voto o, en suma, un bastón de mando. Confías, en ellos, te sientes una pieza más (recambiable, eso por supuesto) del engranaje. Siempre ha sido así y así debe seguir siendo todo.

Dicen que tratarán de garantizar la prosperidad mundial, lo que quiere decir sacudir sus poltronas y hacerlas más mullidas si cabe. El G-20 coquetea con el G-8, guiñándole un ojo al G-5, que a su vez les indica el camino correcto blandiéndoles el sonajero. Enmarcando su intereses, asegurándose el culo. Ciudadanos, confiad, que en esta segunda oportunidad lo ataremos todo en corto, consumid sin miedo, no os preguntéis lo que el estado puede hacer por vosotros, sino que más le podéis ofrecer vosotros a él. Si tenéis piso, si habéis hipotecado vuestro futuro, vuestra vida, es porque os lo podéis permitir, porque las reglas del juego son perfectas, incuestionables. Debéis agradecer ese techo a la bonanza de un sistema que mira y mirará siempre...¡¡¡por tí!!!

Yo ya te lo dije

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