lunes, 21 de septiembre de 2009

That's no way to say goodbye...



Leonard Cohen, Velódromo Luis Puig, Valencia. 18 de Septiembre

La ocasión era única, sí, Leonard Cohen, nada menos, venía a Valencia. Un concierto enmarcado dentro de una gira redentora, de un tour no apto para almas desvaídas con el que el canadiense busca, según parece, recuperar esa seguridad monetaria que su última pareja le arrebató como por arte de birlibirloque.

Pese a lo histórico de la cita no se respiró desde el principio ese ambiente de las grandes ocasiones. Salió “el mujeriego” y algunos se pusieron en pie, si, pero parecía todo muy frío, como un preludio del final precipitado que nos depararía la velada.

Como viene siendo habitual arrancó con “Dance me to the end of love”, temazo para abrir boca que, sin embargo, no lograba alcanzar las cotas de sublime emoción intrínsecas a una pieza única. El sonido era insuficiente, y aunque Leonard Cohen y los suyos trataban de darlo todo la cosa parecía algo inerte.

El show de Leonard, así, a secas, como ahora con un descaro irreverente osan llamarlo, sin pudor, sus nuevos acólitos, continuó por los derroteros esperados, según el guión marcado por una gira, como digo, extensísima. “The future” y “There ain’t no cure for love” nos remitían a remotos, a cálidos tiempos donde compartíamos estas canciones suspirando porque llegase un día como el que el viernes 18 nos deparaba, el día en que tuviéramos ante nosotros al poeta.

El sonido seguía siendo insuficiente y Cohen continuaba con su derroche de generosidad, tratando de darlo todo, intentando que el set fuera inmaculado, como en el resto de la gira (ya dijo en Madrid que venía a entregarse totalmente, ya que no sabía si podría alguna vez repetir su espectáculo por estas tierras ibéricas nuestras).

Cuando sonaron los primeros acordes de “Bird on the wire” nadie pensó que sería la última. Tan sólo tratábamos de disfrutar de uno de esos éxitos eternos de Leonard Cohen. Sin embargo, a mitad de la interpretación, Cohen dio unos cuantos pasos hacia atrás, en lo que parecía un gesto de su elegancia habitual con el que cediera el paso a su banda. Pero no fue así, se vino abajo agarrado al soporte de la batería. La música cedió ante la congoja y un gesto estupefacto y preocupado inundó los rostros del no excesivo público del Velódromo Luis Puig.

Y allí nos quedamos, más de mil quinientos huérfanos, preguntándonos tantas cosas, poniéndonos en lo peor, manifestando nuestro desasosiego y mirando de reojo el pasillo por el que momentos antes habían acudido raudos y veloces los miembros del servicio sanitario a atender a la leyenda en persona. Se acabó lo que se daba.

Tras una hora de vana espera, Xavier Mas salió a anunciar lo que nosotros habíamos averiguado un buen rato antes. Leonard Cohen no volvería a salir pese a su insistencia en que así fuera. Según parece un problema digestivo lo remitió directamente al hospital y a nosotros nos dejó vagando por la pista preguntándonos en que momento habría conseguido levantar el vuelo.

Lo dicho, la gira ha sido demasiado extensa (¿Por qué?) y nuestro héroe ya no es el de la Isla de Wight. Precisamente cumple hoy 75 años. Espero que el público del recital de Bacelona sepa darle lo que nosotros no pudimos en Valencia. Felicidades y gracias de nuevo, jefe.


Sincerely, A.

Yo ya te lo dije

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