martes, 13 de abril de 2010
La extraña pareja
Leiber & Stoller, "La extraña pareja".
Jerry Leiber y Mike Stoller no han aparecido -con una excepción- en portadas de discos, no son personajes populares ni tienen aspecto heroico. Sin embargo, su labor fue decisiva en la construcción del rock and roll. Centenares de artistas, desde Elvis Presley o los Rolling Stones, han registrado sus composiciones.
A ellos se debe también la concepción del disco como una obra global, en la que entran en juego la materia prima -canción, músicos, cantantes- y la visión artística de un supervisor -el productor-, consciente de tener tres o cuatro minutos para dar vida a una historia.
Antes de Leiber y Stoller reinaba la burocracia: los hombres de A&R (ejecutivos discográficos especializados en artistas y repertorio) contactaban con los editores y seleccionaban algunas piezas para determinado artista; se llamaba a un arreglador para darles forma, y a un contratista que convocaba a músicos profesionales que coincidían con el cantante en el estudio de grabación. Leiber y Stoller tenían otras ideas.
Habían nacido en 1933, y se conocieron a finales de los años cuarenta, en Los Ángeles. Mike Stoller venía de un pueblo de Nueva York y deseaba componer música seria; Jerry Leiber había crecido en un barrio pobre de Baltimore, apreciaba la música negra y dominaba la jerga del gueto. Stoller leyó las letras que había escrito su amigo, no pudo evitar la risa ante aquellas historias disparatadas y se ofreció a ponerles música; fueron aceptadas por artistas de rhythm & blues. La situación tenía gracia: dos adolescentes de origen judío componiendo para cantantes de color.
Pero no les satisfacía eso de entregar unas partituras en una oficina; deseaban controlar el producto final. E impusieron un proceso orgánico para la realización de un disco: ellos componían, arreglaban, dirigían a los cantantes y les grababan. Eran responsables totales de la plasmación de sus fantasías. Eran, gran novedad, productores.
Y gente más que prolífica: entre 1953 y 1969, discos para Big Mama Thornton, los Robins (luego convertidos en los Coasters), Ruth Brown, Joe Turner, La Vern Baker, los Isley Brothers, los Drifters, Ben E. King, Jay & The Americans, los Exciters, las Dixie Cups, Bessie Banks y otros muchos. Colaboraron con las grandes compañías y dirigieron sellos propios, como Spark, Red Bird o Blue Cat. Eran productores de todo terreno: maravillosas sátiras que dramatizaban los Coasters, canciones robustas destinadas a Elvis Presley, material romántico para los Drifters o Ben E. King.
Imposible reseñar todos sus triunfos: cualquier colección de discos tendrá al menos alguna versión de "Kansas City", "Jailhouse Rock", "Love me", "On Broadway" (compuesta con Mann-Weil), "Searchin'", "Charlie Brown", "Hound Dog", "I'm a Woman", "Love potion number nine", "Ruby Baby", "Riot on cell block number nine", "Yakety Yak", "Spanish Harlem" (de Leiber y Phil Spector) o "Stand by me" (firmada con el seudónimo de Elmo Glick).
Trabajaban a destajo, pero con imaginación. Y versatilidad: las producciones de los Coasters eran rock and roll jugoso, con incendiarios solos del saxofonista King Curtis; las de los Drifters yuxtaponían voces profundas con violines, una vía que la música negra ha desarrollado hasta ahora.
Irónicos y modestos, viven ahora de las regalías de su inmenso catálogo. Sus últimos esfuerzos han sido para artistas británicos (Stealers Wheel, Procol Harum, Elkie Brooks) y veteranos norteamericanos (los Coasters, Peggy Lee, T-Bone Walker). De 10 años a esta parte se ha empezado a evaluar su aportación en libros y artículos, aparte de indispensables reediciones, como el doble "Only in America" o "Elvis sings Leiber & Stoller" (único disco oficial del Rey en el que comparte portada con otras personas).
Diego A. M.
Extraido de La Historia del Rock publicada por el diario El País en 1987.
Yo ya te lo dije
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